miércoles, 10 de diciembre de 2014

My body is a temple, my head is a jungle

O era al revés?

Mi madre me dijo una vez: "Pobre hija mía, le han roto el corazón"

Pero ella pensaba que en el sentido amoroso. Las decepciones son como un infarto: el corazón se te inflama, y acaba por transformarse en una masa fibrosa inerte. Necesitaba un bypass de pensamientos antes de que fuera demasiado tarde; ahora ya no hay nada que destrozar en mi pecho, pero el dolor vive en ese remanente cartilaginoso que un día latía de emoción. Con suerte mis cavilaciones dejarán de tocar a la puerta y no volverán a despertarlo.

Una foto publicada por hannahkeuls (@hannahkeuls) el

jueves, 2 de octubre de 2014

True Decadence

Hay algo dentro de mí, mi alternativa personal a la decadencia que tanto añoro tres cuartas partes de mi tiempo sin saber muy bien por qué. Contrariamente a lo esperable, es lo que pone en marcha los engranajes dentro de mi cabecita, y esta monotonía 24/7 es el 3 en 1 que permite que Noche de Setas exista.

Para ponerles en situación, la realidad era, fue, la aniquilación de la conciencia en el contexto del cuerpo dirigido por el cerebro reptiliano. Mudabas la piel y sobrevivías, mordías de vez en cuando, veneno, anillos de oro y unas pestañas bonitas.



Pero un telón de hojas secas ha caído frente a mí puntual y previsible, y yo, sumisa, me calzo las botas esperando lo peor y adopto la verdad a medias que deja entrever. Ocasionalmente echo la vista atrás con la intención de incorporar al presente una pizca de verdad pasada, ahora inexistente. Funciona a ratos, pero multiplica la desazón por infinito y por si fuera poco la divide entre cero.

OK. Ahí es cuando te sacudes a pepito grillo, lo pisoteas mientras pones cara de "fos" y te das de cara con la virtud de la indiferencia.

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miércoles, 21 de mayo de 2014

Comienzo de una palm-Era

Confieso que tengo cierta facsinasión por lo ordinario. El esnobismo de los gintos is out, un nuevo ciclo dominado por su antítesis se abre paso, como una palmera en el cantábrico: tímida y de futuro incierto, pero celebrada. La tontería del culo está en peligro de extinción, aunque se prevé que ciertos reductos se aferren a un clavo ardiendo en defensa de sus mocasines o sus colecciones de vinilos sin estrenar.

Los anuncios de Spotify seguirán dando por culo con Bisbal y Melendi en los momentos menos oportunos, pero tus amigos dejarán de tocar música de cortarse las venas en las acampadas y se decantarán por el rollito distendido de las canciones de dos acordes para borrachos.


Señores, es hora de sacarse los palos de escoba del culo, menearlo a ritmo de cumbia-reggaeton, y dejar de meter barriga. Es el fin de las autoetiquetas de freak o hipster, es tiempo de ser vulgar y corriente.

viernes, 2 de mayo de 2014

Dibujarme con un trazo

Tropiezo matemáticamente con cada piedra dos veces. Pero no me importaría una tercera (n+1) con la última que me he topado. De todas mis jaquecas, es y será mi favorita.

Podría ponerle nombre y apellidos, ya sabes, para hacerlo personal. Podría llamarlo Puñado de Emociones, algunas de ellas peligrosamente deseables. Implosionan en el silencio del vacío en una singularidad, como una verdad simple, única y abstracta. Podría ser la proyección de los anhelos de mi ello o potenciales evocados sensoriales que busco al despertar y al precipitarme al abismo del insomnio que me acecha incansable en la noche.

Después de esta breve presentación de los hechos no-hechos, he de decir que no le culpo de este vacío que ha creado, o que siempre estuvo ahí y sin quererlo me ha descubierto. Lo tengo bien merecido, por insolente y autodestructiva. Y a la vez merezco que me arregle por los mismos motivos. Hazlo, y prometo no caer y estropearme más por ninguna piedra.


viernes, 21 de marzo de 2014

Consulta de Don Cristóbal

Una vez conocí a una pequeña muy especial.

Como a todos los niños de su edad le gustaba columpiarse, trepar, dar volteretas, y aunque nunca fue capaz de hacer el pino sin ayuda de sus amigas, seguro que no se arrepiente de los coscorrones que se llevó por intentarlo.

No jugaba con muñecas, devoraba un libro tras otro. Desde que supo lo que eran no paró hasta que consiguió aprender a interpretar todos aquellos símbolos, instintivamente, igual que un cachorro aprende a caminar. Un poco Asperger. Se sentía mayor.

Así las cosas, los libros y Papá Noel eran las cosas que más le emocionaban en el mundo. Ni Bob Esponja, ni los Power Rangers con sus convulsivantes torbellinos de luces, colores y voces lograron robar su atención del mismo modo que a gran parte de sus fácilmente excitables coetáneos.

Hablaba siempre pausada y correctamente, como una pequeña adulta. Contaba su día en el cole como si estuviera leyendo directamente de alguna de las historias de sus libros. Presentación, nudo, desenlace.

De entre todos los regalos que alguna vez recibió, su preferido fue una pequeña y resplandeciente manzana, pequeña y resplandeciente como ella, y la imagen de ese momento se repite en su cabeza cada vez que se siente abrumada por la incompresión de la nimiedad presunta importancia de los sucesos que acontecen a su alrededor. Y es que vive en "una ciudad que está enferma".

Tenía sueños recurrentes con el verano en aquella ciudad tan cercana al sol, bajo el más intenso de los azules, recuerdo envuelto en aroma de piscina de plástico, de manguerazo y de crema de sol. Ésta sí que es la fórmula de la felicidad, y no la de cierta marca de refresco.

Nunca temió ir al pediatra. Aunque a decir verdad, nunca tuvo un hueso roto, ni un esguince, ni por suerte ningún otro problema de salud. Nunca le pidió un caramelo al Doctor al salir de la consulta. Su única preocupación era un fonendo frío.

Estoy segura de que mi pequeña amiga tenía un sentido de la responsabilidad infinitamente más desarrollado que el mío. Pero en mi defensa diré que las dos somos fans de repetir incansablemente nuestras torpes acrobacias.

No supe más de ella, pero a veces parece tener extrañas formas de manifestarse. No como cuando veo a mi sobrino en casi cualquier flaquito rubio de gafas. Más bien es como cuando piensas: "¿Qué habría hecho ella en mi situación?" y te das cuenta de la impepinable validez del criterio de una enana en la resolución del 99% de tus conflictos.

Ojalá regrese.


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viernes, 21 de febrero de 2014

Enajenación

La expropiación del tiempo de vida, por cortesía del sistema capitalista.




Como todos sabemos, el tiempo es oro. Y el dinero ya no es un medio. Ahora es el fin.




Tu vida queda reducida al trabajo y al consumo.
Tu trabajo consiste en transformar tu tiempo y tu energía, en tiempo y dinero para otro.
Consumes el peso de tu tiempo de ocio en dinero, con el mismo fin, porque, no me preguntes cómo, siempre hay alguna manera de que acabes pagando absolutamente por todo.

Se aceleran los ritmos de vida y de producción,  pero nunca hay tiempo de nada. O no hay dinero. O no hay energía. Está bien visto vivir cansado de trabajar como una mula. A quien se atreve a gozar un poco de la vida se le etiqueta de vago y es excluido hasta que acaba por sumarse a esta vorágine de alienación. Si no participas en el sistema, serás castigado, despojado de tus derechos, porque ahora tu deber es uno y sólo uno: producir (ética del utilitarismo y capitalismo). Y lo que es peor, no parece que haya un límite, al menos metafísicamente hablando.




A poca gente le gusta su trabajo. No todo el mundo ama estudiar. Pero somos adoctrinados para despreciar el valor de nuestro tiempo de vida, siempre con un fin último: dar poder a quienes están en el ápice de la pirámide para que puedan seguir exprimiendo todo nuestro tiempo en beneficio propio, por los siglos de los siglos.

  “Todos los blancos tienen reloj, pero nunca tienen tiempo” (Chesneaux, 1996: 41).


www.lahaine.org/index.php?p=66080

domingo, 9 de febrero de 2014

Qué suerte vivir aquí



Es de noche. La meteorología es la idónea, el Teide nevado corona la roca, con su silueta salpicada de constelaciones amarillas. Entonces, con las manos en los bolsillos de un vaquero desteñido y una sonrisa de absoluta redención, complacida, de esas de no necesitar en la vida nada más que este momento perfecto, apuntas al cénit, y contemplas cómo el vasto espacio simula ser un techo sobre nuestras cabezas. El titilar de las estrellas es un recuerdo de la continua expansión del universo, probablemente causado por la gravedad de la antimateria. Quizás un día Mercurio sea la nueva Tierra y los planetas gaseosos se esfumen.

Cuando te encuentras en este contexto te preguntas dos cosas: la primera, cómo es posible un cielo tan limpio (claro que, vienes de pasar unos meses bajo una capa importante de smog, cuando no son nubarrones y lluvia diluviana); la segunda, por qué al ser humano se le ocurrió en primer lugar levantar su cabeza y observar los fenómenos celestes y los movimientos de los astros, con fines más allá del mero disfrute de la estampa que acontece ante sus ojos. Y bueno, quizás también te preguntes si existe algún núcleo de vida inteligente en los confines del universo que se esté portando mejor con el resto del planeta y del cosmos que nosotros los Homo Sapiens.

Alguna nube se atreve a cruzar sobre nuestras cabezas. Al tomar conciencia de la inmensidad del vacío, esa masa de agua condensada se torna cercana y palpable, como un gran algodón de azúcar. Sientes el reflejo de estirar el brazo e intentar alcanzarlo, y no lo reprimes. Pero somos pequeños. Tan pequeños que no tiene sentido comparar nuestra pequeñez con la de la hormiga o el microbio. Somos como niños, siempre, en un nido, en un útero, en un huevo que alguien acaba de dejar caer hace un instante.

Documental "Home", parece ser que narrado por Salma Hayek. ¿Cuánta agua y cuánto petróleo crees que vale tu comida?