Tropiezo matemáticamente con cada piedra dos veces. Pero no me importaría una tercera (n+1) con la última que me he topado. De todas mis jaquecas, es y será mi favorita.
Podría ponerle nombre y apellidos, ya sabes, para hacerlo personal. Podría llamarlo Puñado de Emociones, algunas de ellas peligrosamente deseables. Implosionan en el silencio del vacío en una singularidad, como una verdad simple, única y abstracta. Podría ser la proyección de los anhelos de mi ello o potenciales evocados sensoriales que busco al despertar y al precipitarme al abismo del insomnio que me acecha incansable en la noche.
Después de esta breve presentación de los hechos no-hechos, he de decir que no le culpo de este vacío que ha creado, o que siempre estuvo ahí y sin quererlo me ha descubierto. Lo tengo bien merecido, por insolente y autodestructiva. Y a la vez merezco que me arregle por los mismos motivos. Hazlo, y prometo no caer y estropearme más por ninguna piedra.
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