Mi madre me dijo una vez: "Pobre hija mía, le han roto el corazón"
Pero ella pensaba que en el sentido amoroso. Las decepciones son como un infarto: el corazón se te inflama, y acaba por transformarse en una masa fibrosa inerte. Necesitaba un bypass de pensamientos antes de que fuera demasiado tarde; ahora ya no hay nada que destrozar en mi pecho, pero el dolor vive en ese remanente cartilaginoso que un día latía de emoción. Con suerte mis cavilaciones dejarán de tocar a la puerta y no volverán a despertarlo.
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