viernes, 21 de febrero de 2014

Enajenación

La expropiación del tiempo de vida, por cortesía del sistema capitalista.




Como todos sabemos, el tiempo es oro. Y el dinero ya no es un medio. Ahora es el fin.




Tu vida queda reducida al trabajo y al consumo.
Tu trabajo consiste en transformar tu tiempo y tu energía, en tiempo y dinero para otro.
Consumes el peso de tu tiempo de ocio en dinero, con el mismo fin, porque, no me preguntes cómo, siempre hay alguna manera de que acabes pagando absolutamente por todo.

Se aceleran los ritmos de vida y de producción,  pero nunca hay tiempo de nada. O no hay dinero. O no hay energía. Está bien visto vivir cansado de trabajar como una mula. A quien se atreve a gozar un poco de la vida se le etiqueta de vago y es excluido hasta que acaba por sumarse a esta vorágine de alienación. Si no participas en el sistema, serás castigado, despojado de tus derechos, porque ahora tu deber es uno y sólo uno: producir (ética del utilitarismo y capitalismo). Y lo que es peor, no parece que haya un límite, al menos metafísicamente hablando.




A poca gente le gusta su trabajo. No todo el mundo ama estudiar. Pero somos adoctrinados para despreciar el valor de nuestro tiempo de vida, siempre con un fin último: dar poder a quienes están en el ápice de la pirámide para que puedan seguir exprimiendo todo nuestro tiempo en beneficio propio, por los siglos de los siglos.

  “Todos los blancos tienen reloj, pero nunca tienen tiempo” (Chesneaux, 1996: 41).


www.lahaine.org/index.php?p=66080

domingo, 9 de febrero de 2014

Qué suerte vivir aquí



Es de noche. La meteorología es la idónea, el Teide nevado corona la roca, con su silueta salpicada de constelaciones amarillas. Entonces, con las manos en los bolsillos de un vaquero desteñido y una sonrisa de absoluta redención, complacida, de esas de no necesitar en la vida nada más que este momento perfecto, apuntas al cénit, y contemplas cómo el vasto espacio simula ser un techo sobre nuestras cabezas. El titilar de las estrellas es un recuerdo de la continua expansión del universo, probablemente causado por la gravedad de la antimateria. Quizás un día Mercurio sea la nueva Tierra y los planetas gaseosos se esfumen.

Cuando te encuentras en este contexto te preguntas dos cosas: la primera, cómo es posible un cielo tan limpio (claro que, vienes de pasar unos meses bajo una capa importante de smog, cuando no son nubarrones y lluvia diluviana); la segunda, por qué al ser humano se le ocurrió en primer lugar levantar su cabeza y observar los fenómenos celestes y los movimientos de los astros, con fines más allá del mero disfrute de la estampa que acontece ante sus ojos. Y bueno, quizás también te preguntes si existe algún núcleo de vida inteligente en los confines del universo que se esté portando mejor con el resto del planeta y del cosmos que nosotros los Homo Sapiens.

Alguna nube se atreve a cruzar sobre nuestras cabezas. Al tomar conciencia de la inmensidad del vacío, esa masa de agua condensada se torna cercana y palpable, como un gran algodón de azúcar. Sientes el reflejo de estirar el brazo e intentar alcanzarlo, y no lo reprimes. Pero somos pequeños. Tan pequeños que no tiene sentido comparar nuestra pequeñez con la de la hormiga o el microbio. Somos como niños, siempre, en un nido, en un útero, en un huevo que alguien acaba de dejar caer hace un instante.

Documental "Home", parece ser que narrado por Salma Hayek. ¿Cuánta agua y cuánto petróleo crees que vale tu comida?