Pero como éste es nuestro día, el día de la mujer, nos deseo que nadie nos diga cómo vestir. Que nadie nos diga qué pensar. Que nadie hable por nosotras. Que nadie se valga de nuestras diferencias físicas para desacreditar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Que nadie confunda nuestra prudencia con debilidad. Que ninguna de nosotras sufra nunca la brecha salarial y que nuestros compatriotas comprendan las condiciones de la "baja por maternidad". Que hagamos piña, chicas, y seamos un gran equipo, el mejor que podamos ser, porque nadie nos va a entender como nosotras. Que no tengamos que ser "feministas" para combatir el "machismo", lo que lingüísticamente da a entender que sólo lo conseguiremos siendo superiores a ellos, y que recordemos que ellos también lo sufren, de la misma manera que cualquier ser humano sufre los extremismos de otro. Que nos sobrepongamos a los tiranos, los pusilánimes y los radicales; como estandarte, el sentido común. Que disfrutemos nuestro tiempo libre sin que a nadie le perturbe si nuestros hobbies son imposición del patriarcado o si es que somos demasiado machonas, que nos puede gustar lo mismo coser y maquillarnos que el baloncesto y los dardos. Que no tengamos que empequeñecernos al caminar por el mundo, ante los ojos de los demás, porque ya saben, hay veces que "vamos provocando". Que amemos nuestros cuerpos y que nadie nos falte el respeto. Que se nos escuche, y nadie nos menosprecie. Que no tengamos miedo ni a las arañas. Que nadie nos levante la mano ni la voz; que nunca nos convirtamos en verdugo de nadie. Que seamos impulso y ejemplo de una generación de superhéroes y superheroínas que nos enorgullezca, cuando seamos viejos, enseñándonos que la igualdad no es una utopía. Que seamos las sufragistas, una y otra vez, y a la vez que no sea necesario. ¿Cómo decirlo? Que seamos libres de ser lo que queremos.
Y por último, que recordemos dar las gracias, a la abuela que nos consintió, a la hermana que nos cuidó, y sobre todo a la madre que nos parió, ¡coño!