Aunque me
gusta sentir los primeros rayos cálidos del año en una mañana gélida de
febrero, y el frío cortante en mi cara al caminar de frente al viento invernal,
sin duda prefiero el lorenzo del sur;
la vida
tranquila;
los partidos
de futbol de los chicos en la playa;
las
acampadas de late night and early naked yoga en la arena mirando el amanecer en
mi sitio favorito;
el bañito
salado del 1 de enero y el de la noche de San Juan;
las
infinitas tardes que se nos hicieron noches en algún mirador donde poder ver y
oír las olas romper contra la roca volcánica;
bailar samba
y levantar la arena bajo mis pies;
encaramarme
en las rocas alrededor de un charquito;
los pateos
que llevan al agua;
cuando
cuelgo el bikini en la agarradera del coche y asoma cual bandera por la
ventanilla en la autopista;
las noches
de verano, de cervezas y pipas rondando algún muelle;
caminar por
las atarjeas de la finca del Bollullo hasta el acantilado y asomarme;
encontrarme
por el camino con el león de Anaga;
el reflejo
dorado que tiene la arena oscura en Benijos;
los
latigazos de mi pelo al viento en el Médano;
cierto
chiringuito en la Tejita;
el recuerdo
de pipiolilla de la primera ola que me revolcó en el Socorro sin saber siquiera
nadar, y el de comer bocata de tortilla con arena en las Teresitas;
las noches
en Candelaria, a la luz de un liado y de la Luna llena y su reflejo sobre el
mar;
la búsqueda
de la playa sureña más recóndita conduciendo en bikini;
saltar de
sombrilla en sombrilla y de toalla en toalla en la playa de "La
Arena-caliente-nivel-infierno" para no quemarme los pies;
hacer
equilibrios en el murito que separa el charco de Las Viejas y el de Los Niños
del Caletón, sobre todo la noche que viene tras un duro día de romería;
las dunas
furtivas en la carreterita del Porís, su faro y su plaza;
respirar
ansiosamente por un tubo tratando de otear los fondos marinos de Teno;
las ganas
que tengo de bajar Masca y nadar con tortugas y delfines y morirme de miedo,
claro;
el
inevitable síndrome de Stendhal al contemplar la postal de los infinitos
palmerales y el mar azul zafiro en la costa realejera;
los paseos
nocturnos con olor a gofres por San Telmo;
sentarse a
ver a la gente pescar en Punta del Hidalgo;
Octavio
Paz escribió una vez: "En las grandes ocasiones,
en París o en Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios,
es notable la ausencia del pueblo: se ven parejas y grupos, nunca una comunidad
viva en donde la persona humana se disuelve y rescata simultáneamente."
Lo nuestro es #LatitudDeVida