martes, 23 de febrero de 2016

el salitre y yo

Aunque me gusta sentir los primeros rayos cálidos del año en una mañana gélida de febrero, y el frío cortante en mi cara al caminar de frente al viento invernal, sin duda prefiero el lorenzo del sur;
la vida tranquila;
los partidos de futbol de los chicos en la playa;
las acampadas de late night and early naked yoga en la arena mirando el amanecer en mi sitio favorito;
el bañito salado del 1 de enero y el de la noche de San Juan;
las infinitas tardes que se nos hicieron noches en algún mirador donde poder ver y oír las olas romper contra la roca volcánica;
bailar samba y levantar la arena bajo mis pies;
encaramarme en las rocas alrededor de un charquito;
los pateos que llevan al agua;
cuando cuelgo el bikini en la agarradera del coche y asoma cual bandera por la ventanilla en la autopista;
las noches de verano, de cervezas y pipas rondando algún muelle;
caminar por las atarjeas de la finca del Bollullo hasta el acantilado y asomarme;
encontrarme por el camino con el león de Anaga;
el reflejo dorado que tiene la arena oscura en Benijos;
los latigazos de mi pelo al viento en el Médano;
cierto chiringuito en la Tejita;
el recuerdo de pipiolilla de la primera ola que me revolcó en el Socorro sin saber siquiera nadar, y el de comer bocata de tortilla con arena en las Teresitas;
las noches en Candelaria, a la luz de un liado y de la Luna llena y su reflejo sobre el mar;
la búsqueda de la playa sureña más recóndita conduciendo en bikini;
saltar de sombrilla en sombrilla y de toalla en toalla en la playa de "La Arena-caliente-nivel-infierno" para no quemarme los pies;
hacer equilibrios en el murito que separa el charco de Las Viejas y el de Los Niños del Caletón, sobre todo la noche que viene tras un duro día de romería;
las dunas furtivas en la carreterita del Porís, su faro y su plaza;
respirar ansiosamente por un tubo tratando de otear los fondos marinos de Teno;
las ganas que tengo de bajar Masca y nadar con tortugas y delfines y morirme de miedo, claro;
el inevitable síndrome de Stendhal al contemplar la postal de los infinitos palmerales y el mar azul zafiro en la costa realejera;
los paseos nocturnos con olor a gofres por San Telmo;
sentarse a ver a la gente pescar en Punta del Hidalgo;

Octavio Paz escribió una vez: "En las grandes ocasiones, en París o en Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios, es notable la ausencia del pueblo: se ven parejas y grupos, nunca una comunidad viva en donde la persona humana se disuelve y rescata simultáneamente."


Lo nuestro es #LatitudDeVida