miércoles, 13 de julio de 2016

tuyo


Entiendan a quienes buscan su catarsis escuchando canciones del recuerdo de desamores y affaires pasados. Porque en ocasiones la vida parece plana, pero cuando se tambalea tienes ocasión de admirar su plenitud revisionando el fin de tus muchas etapas bajas, mientras aflora en tu rostro una sonrisa que tensa el nudo de tu garganta.

Es la banda sonora de tu marcha triunfal dejando atrás ese ring sobre el que brilla un reguero de sangre, a menudo propia, la que hace intrascendentes tus heridas de guerra. Habías ido a coger impulso y no lo encontraste. Arriesgaste y no es que perdieras, sino que tardaste en ganar. Te llevaste más de una ostia, y te devolvieron al caminito a palos. En ocasiones el contrincante eras tú mismo, un lose-lose pero también un win-win, cual enfrentamiento con tu lado oscuro en el Tekken. En ocasiones moriste, y reviviste en un escenario aún peor, cuando lo único que querías era apagar el odioso despertador y seguir durmiendo. Lo mejor y lo peor están por llegar, y todo es tan puto cíclico que más vale que tengamos bien puestas nuestras respectivas gónadas, pero estaremos preparados.

Ahora, silencio. Se apagan las luces.
Un viejo episodio va a comenzar.
Por el final.










domingo, 10 de abril de 2016

no path back - no hay retorno

Lo simple que era todo cuando sólo había que juntarse en un banco a ver pasar las horas. Ahora no hay tiempo que perder. Hay que salir, hay que viajar, aprender, conocer caras nuevas y, ocasional y someramente, también a las personas. Mientras, tu gente se vuelve desconocida, y, sin importar cuántas veces te aborde, la extrañeza te sorprenderá cada vez, como un invierno.

Es terrible y desolador ser la orilla, pero también lo es ser una ola que recala en un sinfín de puertos. No hay camino de vuelta, no se puede volver de algunas cosas. La propia existencia se enrarece frente a la cotidianeidad de la que es presa el día, pero en la noche todo sale a la luz: nunca, nunca, nunca, volveremos a ser los de antes.

Quién nos diría que cuando fuéramos grandes seríamos capaces de las cosas más increíbles, y sobre todo, que nunca las haríamos juntos, que no estaríamos ahí para admirarnos, como dos buenos amigos contemplándose, divertidos, ante la indelebilidad del tiempo.

martes, 23 de febrero de 2016

el salitre y yo

Aunque me gusta sentir los primeros rayos cálidos del año en una mañana gélida de febrero, y el frío cortante en mi cara al caminar de frente al viento invernal, sin duda prefiero el lorenzo del sur;
la vida tranquila;
los partidos de futbol de los chicos en la playa;
las acampadas de late night and early naked yoga en la arena mirando el amanecer en mi sitio favorito;
el bañito salado del 1 de enero y el de la noche de San Juan;
las infinitas tardes que se nos hicieron noches en algún mirador donde poder ver y oír las olas romper contra la roca volcánica;
bailar samba y levantar la arena bajo mis pies;
encaramarme en las rocas alrededor de un charquito;
los pateos que llevan al agua;
cuando cuelgo el bikini en la agarradera del coche y asoma cual bandera por la ventanilla en la autopista;
las noches de verano, de cervezas y pipas rondando algún muelle;
caminar por las atarjeas de la finca del Bollullo hasta el acantilado y asomarme;
encontrarme por el camino con el león de Anaga;
el reflejo dorado que tiene la arena oscura en Benijos;
los latigazos de mi pelo al viento en el Médano;
cierto chiringuito en la Tejita;
el recuerdo de pipiolilla de la primera ola que me revolcó en el Socorro sin saber siquiera nadar, y el de comer bocata de tortilla con arena en las Teresitas;
las noches en Candelaria, a la luz de un liado y de la Luna llena y su reflejo sobre el mar;
la búsqueda de la playa sureña más recóndita conduciendo en bikini;
saltar de sombrilla en sombrilla y de toalla en toalla en la playa de "La Arena-caliente-nivel-infierno" para no quemarme los pies;
hacer equilibrios en el murito que separa el charco de Las Viejas y el de Los Niños del Caletón, sobre todo la noche que viene tras un duro día de romería;
las dunas furtivas en la carreterita del Porís, su faro y su plaza;
respirar ansiosamente por un tubo tratando de otear los fondos marinos de Teno;
las ganas que tengo de bajar Masca y nadar con tortugas y delfines y morirme de miedo, claro;
el inevitable síndrome de Stendhal al contemplar la postal de los infinitos palmerales y el mar azul zafiro en la costa realejera;
los paseos nocturnos con olor a gofres por San Telmo;
sentarse a ver a la gente pescar en Punta del Hidalgo;

Octavio Paz escribió una vez: "En las grandes ocasiones, en París o en Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios, es notable la ausencia del pueblo: se ven parejas y grupos, nunca una comunidad viva en donde la persona humana se disuelve y rescata simultáneamente."


Lo nuestro es #LatitudDeVida