viernes, 27 de noviembre de 2015

Nunca II

Lo bueno dura lo que un cigarro. En silencio y encogida, lo sujeto entre el pulgar y el corazón. Lo consumo rápido, sin apenas respirar, desde la primera calada hasta la última brizna de humo que apuro y quema dolorosamente mis labios, mojados de sal, entre mueca y mueca.  Y lo paso deprisa por mi garganta llena de nudos, porque el regusto ácido de lo que acaba ya es suficientemente nauseabundo como para rumiar desde el principio el sabor de los falsos comienzos.

De lo contrario, si lo observara con esta mirada oscura y sombría consumirse como el tiempo hasta apagarse enteramente, toda la estancia adoptaría un olor rancio difícil de matar, y la atmósfera asfixiante acabaría por oprimir mi ser, empequeñeciéndolo y cubriéndolo de grises cenizas. Inmóvil, no se puede renacer de las cenizas de otro.


Nunca trates de alargar lo que dura un cigarro.