Para ponerles en situación, la realidad era, fue, la aniquilación de la conciencia en el contexto del cuerpo dirigido por el cerebro reptiliano. Mudabas la piel y sobrevivías, mordías de vez en cuando, veneno, anillos de oro y unas pestañas bonitas.
Pero un telón de hojas secas ha caído frente a mí puntual y previsible, y yo, sumisa, me calzo las botas esperando lo peor y adopto la verdad a medias que deja entrever. Ocasionalmente echo la vista atrás con la intención de incorporar al presente una pizca de verdad pasada, ahora inexistente. Funciona a ratos, pero multiplica la desazón por infinito y por si fuera poco la divide entre cero.
OK. Ahí es cuando te sacudes a pepito grillo, lo pisoteas mientras pones cara de "fos" y te das de cara con la virtud de la indiferencia.